Consternados por la matanza de decenas de miles de visones en « …. una masacre abominable y totalmente inútil que en tiempos de pandemia revela la cosificación de la vida por parte de la cultura humana… » así como de millones de animales asesinados sistemáticamente. Francesca Gargallo, miembro de la Red de artistas e intelectuales por la abolición de la tauromaquia escribe paradójicamente en el marco de la Campaña Celebra la Vida este reflexivo ensayo para crear conciencia. ¿Hasta dónde hemos perdido la perspectiva de lo que es la vida?
Salud y derecho a la vida: ¿por qué excluir a los animales?
Por Francesca Gargallo Celentani
Millones de animales son criados con el fin de ser asesinados por los más dispares beneficios humanos, desde la ingesta desmesurada de carnes de todo tipo hasta la experimentación farmacéutica, la cosmetología y la fabricación de abrigos de pieles finas y zapatos y bolsos de cuero. En la mayoría de los casos, los animales de cría no solo mueren mal, sino que viven malísimo, apretujados en hacinamientos inverosímiles, sin poder tocar el pasto siendo rumiantes, sin poder percibir la luz del día siendo aves, sucios como los cochinos nunca han deseado estar. Los herbívoros comen piensos en los que se mezclan excrementos y proteínas animales, las aves para crecer rápidamente y producir huevos son atiborradas de hormonas que no pueden asimilar, a los puercos se los engorda hasta que su propio peso les rompe los huesos de las piernas, y a todos, hasta a los salmones de los lagos chilenos, se les atiborra de antibióticos para que no se enfermen en masa.
Este es un sistema de producción de vida para la muerte que no atañe a los derechos humanos. A menos que no asumamos que el derecho a una vida saludable y a un medio ambiente descontaminado son los principales derechos que como habitantes de la tierra los seres humanos deberíamos defender. Entonces le haríamos caso a las excreciones de los animales hacinados, pues contaminan el aire y el agua de ríos y mantos freáticos.
Pero desviando la atención hacia la cría de los animales para pieles: ¿cuántas personas pertenecientes a los sectores medios tienen idea de las camadas de animales para la fabricación de abrigos y prendas de lujo que pueden llegar a costar más de 100 000 pesos? Unos cuarenta millones de zorros rojos, martas, visones, conejos, pueden ir a ser visitados en granjas legales de Holanda o España, de Finlandia o Dinamarca, de Italia o Rusia, de Estados Unidos o China. Ahí, quien los acaricia está escogiendo con el tacto el animal que mandará sacrificar para vestirse. Igualmente cazadores de focas bebé, leopardos, nutrias, ocelotes y linces venden cada años las pieles de 20 millones de animales capturados con trampas a la industria de la moda.
Una masacre abominable y totalmente inútil que en tiempos de pandemia revela la cosificación de la vida por parte de la cultura humana, incluyendo la de los derechos humanos. Recientemente se ha descubierto que los visones (un abrigo en promedio mata 60) son potenciales transmisores del coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo o Covid-19. Entonces, manejando la lógica del Antropoceno, eso es, de la era de la predominancia de los seres humanos sobre la naturaleza y los demás seres vivos, los estados responden mandando matar millones de animales.
En los últimos seis meses no solo hemos sabido de la existencia del COV-2, sino se ha descubierto que los seres humanos podemos contagiar a los felinos, en particular los y las gatas (mi barrio se ha llenado de hermosísimos persas, himalayos, rusos azules que compiten con los animalitos tricolores de siempre por un plato de comida. Una vecina jura y perjura que ha visto en el basurero a un carísimo y gigantesco Maine Coon), y a los mustélidos, en particular visones y hurones. Antes el riesgo de contagio, la respuesta de las autoridades sanitarias es la de inmolar a los animales. Sin apelación. Los gatos no contagian a los humanos, son sus víctimas. Pero hurones y visones transmiten la enfermedad a sus semejantes y a sus cuidadores-verdugos. Holanda ha sacrificado 600 000 y se prepara a sacrificar un millón más. Aragón promete con hacer sufrir a los 92 000 visones de una granja en La Puebla de Valverde al sofocarlos con un gas antes de llevar sus cadáveres a una incineradora. Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias de España, no descartó que los visones puedan ser el reservorio original del virus de la covid-19, si bien no se ha confirmado, y lamenta la pérdida material de la empresa, no la vida de los animales.
Los numerosos brotes de contagios en las granjas de visones para la comercialización de su piel confirman el peligro de propagación del Covid entre los trabajadores (a). Igualmente, la gripe aviaria se propaga entre pollos y perdices (más que entre guajolotes y avestruces, pero estos tampoco están exentos). La gripe porcina se generaliza en las granjas de carne de cerdo, que esporádicamente afecta a la población humana y puede provocar pandemias como la de 1919-1921 que afectó a 50 millones de personas. En realidad el 70% de las enfermedades virales son de origen animal y se desarrollaron porque los virus saltaron de especie cuando los humanos los empezaron a explotar. Ahora bien, ¿cuál es la solución?, ¿matar a todos los animales o cerrar las granjas?
Matar es una habilidad muy humana y cuando se trata de animales es invariablemente justificada: hay que comer, son peligrosos, son inútiles, son una plaga. Pero no es una ley natural que los animales estén a nuestras disposición; vivirían en su ecosistema si no se lo invadiéramos o taláramos, entrarían en pocas ocasiones en contacto con nosotros.
Pensando en los derechos de todos los seres vivos, y no solo de los seres humanos, los animales tienen un igual derecho a la vida, y eso implica su derecho al ambiente.
Debemos realmente detenernos en el daño ambiental y ético de las granjas de carne, huevo y pieles. Si decenas de miles de visones han dado positivo en las pruebas de detección del coronavirus causante del Covid-19, es porque están hacinados como no estarían en las praderas estadounidenses y canadienses si la civilización del automóvil y el desperdicio no las hubiera colonizado. Matar animales criados de manera artificial y hacinados para salvar de un posible contagio a un ser humano es la prueba que hemos perdido la perspectiva de lo que es la vida.
Francesca Gargallo (Francesca Gargallo di Castel Lentini Celentani, 25 de noviembre de 1956, Roma, Italia) es una escritora, feminista, activista, docente y editora que ha desarrollado su trabajo en México y el resto de América Latina desde 1979. Ha publicado su obra principalmente en español.1
Como escritora literaria, Gargallo ha publicado novela, novela de ciencia ficción, poesía, cuento y cuento infantil. En el campo del ensayo y la historiografía ha escrito sobre las ideas del feminismo latinoamericano y mexicano, así como sobre estética y crítica literaria, así como de artes visuales. También se ha desempeñado como editora, periodista y traductora.
Ha colaborado en revistas como Proceso y El Comité 1973. Formado parte de consejos editoriales de las publicaciones Cuadernos Americanos (Universidad Nacional Autónoma de México), Blanco móvil (revista literaria) y Pensares y quehaceres (Sociedad de Estudios Culturales Nuestra América), entre otros.
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(a) Ordenan matanza de casi 100,000 visones de una granja por contagio de COVID-19